Como se ha mencionado la pasada semana, últimamente me encuentro visitando diversos destinos en lo que es el continente europeo, lo cual a su vez implica un contacto con diversas culturas, trasfondos e idiosincrasias. Entrelazado a todo ello se expresan diversas circunstancias, con variadas personalidades que uno va conociendo por vez primera en su vida, todo lo cual representa una continua invitación a la adaptación y la flexibilidad comunicacional. Pero una de las cosas que más apasionantes me resultan es, a la hora de intentar escribir la Contemplación Semanal que corresponde, intentar descubrir la conectividad existente entre todos aquellos sucesos aparentemente sueltos y solitarios, que en última instancia representan un conjunto de hechos unidos en un mismo propósito, buscando brindar todo un mundo conceptual que primero debo aprender a ver y procesar, antes de intentarlo compartir por escrito.
Teniendo esto en cuenta, días atrás contemplaba en Croacia una breve y satírica exposición acerca del concepto de “Social Media Detox”, o el uno desintoxicarse de la posible adicción que podamos estar teniendo para con las redes sociales y sus atrapantes dinámicas. Dentro del carácter sarcástico de la muestra se encontraban desde ya profundas verdades a ser presentadas, como suele ocurrir siempre con el método humorístico. Por lo que intenté dar con el trasfondo de aquello que hoy en día representa uno de los tantos paradigmas elementales de nuestros tiempos (la adicción a las redes sociales) y, sin buscarlo, terminé en la siguiente conclusión: nos resulta irresistible permanecer adictos a tales medios, pues los mismos nos permiten sentirnos dueños de nuestras propias ideas. Paso a desarrollarme en el siguiente párrafo.
Como el Vedanta lo expone, nuestro sentido de la identidad se sustenta en el concepto de mamata, o posesividad. Así, en base a lo que creemos que nos pertenece, estaremos proyectando una singular personalidad la cual (en el plano relativo/condicionado) se nutrirá exclusivamente del hecho de sentirnos dueños: dueños de objetos, dueños de personas “cosificadas” y, por qué no, dueños de ideas y conceptos. Así, una red social cualquiera nos brinda esa “libertad” en donde, seamos o no conscientes de ello, estaremos incurriendo probablemente en una continua muestra de vanidad excesiva, sintiendo más y más cómo nuestras ideas nos pertenecen, y así afirmando todo un sentido del ser en base a aquello de lo que nos hemos adueñado. En otras palabras, nos resultará casi imposible abandonar tales dispositivos, pues el hacerlo representaría el ver diluida nuestra propia personalidad. Y de allí la necesidad de intentar re-dirigir nuestra posesividad hacia el Absoluto, sintiéndonos más bien poseidos por él (y no a la inversa) y eventualmente desarrollando un tipo de mamata en donde concebiremos a Dios como nuestro: nuestro amigo, nuestro amado, etc.
Días después de esto, recibí dos links diferentes pero relacionados a dos exposiciones muy similares, los cuales intentaré aquí ligar con lo hasta ahora descrito. Primeramente, llegó a mí un breve clip de Jordan Peterson en donde él habla acerca de cómo muy probablemente, la mayor parte de nuestras ideas son erradas, y de allí la necesidad de atrevernos a cuestionar no solo nuestros pensamientos, sino la forma en que pensamos acerca de ellos. En otras palabras, él invitaba a la audiencia a sumergirse en aquello que conocemos como pensamiento crítico, o “aquel proceso que se propone analizar, entender y evaluar la manera en la que se organizan los conocimientos que se pretenden interpretar y representar en el mundo, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas”, y de esta forma aseverar que aquellas ideas con las que nos manejamos en nuestra vida, están siendo realmente entendidas por nosotros, y no meramente reproducidas.
Por otro lado, el segundo clip del día fue una entrevista con el intelectual y monje franciscano Richard Rohr(youtube.com/watch?v=sBKTtI48U1k&t=1s) en donde él recomendaba que antes de alguien animarse a leer la Biblia, tal persona “debería primero obtener un doctorado en filosofía” (por decirlo así), con ello implicando que todo estudiante del mensaje revelado debe ante todo aprender a leer y pensar acerca de lo que está leyendo, comprendiendo la naturaleza absoluta de dicho mensaje pero así también su contenido circunstancial y relativo, sabiendo separar entre ambos y siempre dejando espacio para una continua evolución en la presentación del mensaje. Por ello, en tradiciones como el Gaudiya Vedanta encontramos que, por encima de un abordaje exclusivamente individual, el estudio del sastra debería ser conducido bajo la experta guía de Sri Guru, escuchando de sus propios labios la forma correcta en que tales enseñanzas han de ser correctamente comprendidas, aplicadas y difundidas, así como pensando por nosotros mismos a la hora de plantear nuestras conclusiones y dudas al respecto.
Luego de estas dos audiencias podrán imaginarse que no sentí coincidencia alguna, sino más bien lo que un amigo llamaría diosidencia. Y siendo que este tipo de discursos se estaban manifestando en el marco de diversas situaciones innegablemente ligadas a ello, no pude más que sentir allí una respuesta a la necesidad del momento, por lo que fui generosamente invitado a pensar y re-pensar mi propia posición e ideas respecto a todo, sin que ello represente una crisis de fe, sino más bien invocando una saludable dosis de auto-cuestionamiento, para así permitirme seguir abierto a crecer y cambiar lo que se requiera, así como comprobar las consecuencias de cuando ello no está presente.
Siendo que fácilmente podemos caer presa de las redes sociales por sentirnos dueños de nuestras ideas y formas de pensar, uno de los muchos antídotos a ello será justamente entonces el desafiar nuestra propia comprensión, y salirnos de la zona de confort en donde quizás nos hemos habituado a recibir respuestas dadas y conclusiones ya sacadas, y de nuestra parte cumplimos el rol de una aceptación pasiva pero no participatoria, volviéndonos así consumidores pero no colaboradores de una causa. Así, para sobrevivir a nuestras propias ideas, debemos ante todo preguntarnos qué tanto hemos sido educados para pensar nuestras ideas, pensar acerca de lo que estamos pensando, pero por sobre todo, aprender a pensar acerca de lo que estamos pensando. Erich Fromm diría que uno de nuestro peores errores es intentar amar sin primero preguntarnos si debemos aprender a amar, y hoy aquí declaro que otro de tales errores será intentar pensar sin haber antes haber disciplinado y entrenado nuestra capacidad pensante.
Una idea también muy cercana a esta propuesta es la presentada por Edmund Husserl, en la forma del concepto de epojé, o la “puesta entre paréntesis” no solo de las doctrinas o creencias que tenemos sobre la realidad, sino también de la realidad misma, con el objeto último de encontrar su sentido sin partir de premisas no comprobadas. Esto último supone dudar de la información que tenemos en nuestra mente, pero no de una forma absoluta negando su existencia, sino sabiendo que dicha información es solo un supuesto que cabe analizar. Si no estamos dispuestos a atravesar dicho proceso, correremos un alto riesgo y pagaremos con seguridad un alto precio, ya sea en la forma de ceguera institucional, fundamentalismo sin fronteras y, por sobre todo, el creer que estamos representando el más elevado credo por simplemente adherirnos mecánicamente a sus dogmas, y sin realmente pensarnos a nosotros mismos dentro de tales prácticas. Sri Rupa bautiza a esto niyamagraha, o el abrazar cierta idea/práctica la cual no hemos aún pensado del todo, y la cual será por ende expresada en la práctica de forma parcial y distorsionada, pero muy probablemente en el nombre de lo genuino y lo leal, en relación al ideal representado.
De esta forma, si como Gaudiya Vaisnavas no logramos aplicar el concepto de pensamientos crítico a nuestra propia vida y mecanismos internos, estaremos aún fallando en nuestro abordaje de lo que es, por ejemplo, anartha-nivritti (tema ya analizado la pasada semana): estaremos concibiendo de forma incompleta nuestra propia concepción de las cosas (y a nosotros mismos de hecho), y entenderemos la propia práctica y filosofía diluida en ideas inacabadas, lo cual dará como resultado expresiones parciales de nuestra tradición tales como sahajiyismo de diversos tipos, rasabhasa y demás componentes indeseables (abordados en detalle en nuestro estudio de apasampradayas unos meses atrás).
En conclusión, si como Gaudiya Vaisnavas hemos de representar el credo de Mahaprabhu, se vuelve algo imperante el saberlo hacer mediante tanto conducta como criterio apropiado a la hora de discernir ante la conducta y mensaje de otros, tal como Jagadananda Pandita lo supo expresar en una de sus famosas declaraciones:
gaura amara mukher bole re nahi calegaura acar gaura vicar phal phale
“Con la intención de seguir los mandatos y conducta (acar) de Gaura y así eventualmente degustar su fruto último, debemos aplicar nuestra máxima discriminación (vicar) a ese respecto.”
Terminando con un juego de palabras: si en nuestro intento por representar el evangelio de Sri Gauranga deseamos ocuparnos en pracar (prédica) y upacar (adoración), deberá ante todo existir entonces acar (práctica) así como vicar (discernimiento). Así, si nuestro abordaje del Gaudiya Vedanta se nutre de un disciplinado pensamiento crítico, naturalmente el fruto de ello será una continua y madura ocupación en bhajana, y una subsecuente y perdurable transmisión de todo aquello que, como consecuencia de ello, termine desbordando nuestros corazones.