Si existe una tonalidad del todo fundamental en la paleta de nuestra vida, es el gris. Sin duda alguna uno de los tintes menos populares en nuestro paladar, dicho color nos habla de hecho de toda una serie de atributos a ser debidamente considerados, todos ellos necesarios para nuestra debida evolución como humanos y, aún más, como unidades conscientes de trascendencia. A continuación unos pocos ejemplos:
/ El gris es un tono ligado a lo que por momentos se define como “envejecer”, aunque en verdad se refiere al acto de madurar y convertirnos en verdaderos adultos. Cada una de nuestras canas eventualmente se manifiestan con un propósito, indicando la urgencia y necesidad de sazonar nuestra existencia con sus debidos ingredientes: a medida que el tiempo pasa, el medio ambiente esperará de mí sobriedad, equilibrio, introspección, auto-crítica, libertad de todo prejuicio y todo un sinfín de cualidades que serán lo que caracterize a un ser verdaderamente adulto. Así, el gris por sí solo no asegurará madurez alguna, pero sí nos hablará del estado de consciencia que idealmente debería acompañar al surgimiento de dicho color en nuestras vidas. En resumen, el gris puede ser considerado el color de la sabiduría, pues su aparición nos invita a recalibrar nuestra percepción de las cosas, y atrevernos a ser más amplios sin dejar de ser profundos, más generosos sin dejar de ser veraces, más compasivos sin dejar de ser inteligentes. Esta última idea nos lleva a un segundo posible abordaje del gris:
/ El gris representa el punto medio exacto entre el blanco y el negro. En otras palabras, blanco y negro implica aquí los dos extremos de la realidad, aquellas dos caras de una misma moneda en donde aún no somos capaces de encontrar una situación que haga equilibrio entre una punta y la otra. Hoy en día nos encontramos en tiempos prevalecidos por la primera de estas ideas, en donde básicamente no existe una tercera opción: si estás con A, eso significa que estás en contra de B (y viceversa). Inadvertidamente nos sumergimos a diario en esta forma de excesivo partidismo y división provincialista, perdiendo así nuestra capacidad de armonizar, y de reconocer que muy probablemente ambas partes puedan quizás estar en lo correcto y también en lo incorrecto en cierta medida, alcanzando así una visión más matizada de las cosas. De hecho, entre el blanco y negro existen técnicamente 256 variedades de gris: entre una extremidad y la otra residen 256 posibilidades intermedias, las cuales posiblemente representen una perspectiva mucho más flexible y amplia de las cosas.
Y buscar un punto medio poco y nada tendrá que ver con ser alguien conformista, como algunos quizás hoy en día crean. A la hora de asumir identificación con una causa, muchas personas erradamente consideran que la causa en la que participo tiene principalmente que ver con oponerme al otro extremo, la causa que intento atacar, desenmascarar y derrocar. Pero muy probablemente dicha participación de uno tenga más que ver con ubicar a un enemigo fuera de mí mismo, concentrar toda mi atención, energía y palabras en la dirección del ataque, y así muy eficazmente evadir por completo cualquier cosa que yo mismo tenga que detectar y modificar en mi propia persona. De hecho, dicha postura es promovida hoy en día a través de todo un mundo de causas aparentemente justas y dignas, las cuales, pese a ser ciertas en cierto nivel, no dejan de representar un tipo de victimización y escapismo en un nivel más subliminal. Así, el gris nos habla de un punto intermedio: no del blanco oponiéndose al negro o del negro defenestrando al blanco, sino de ubicarnos en el medio, lo suficientemente cerca tanto del blanco como del negro, para así buscar comprender y analizar sus respectivos puntos, tomando cosas de ambos pero quizás también difiriendo de ambos en ciertas nociones y, en lugar de ver enemigos aquí o allá, únicamente encontrar posiblidades de cambio y continuo crecimiento.
Estos días tuve la oportunidad de ahondar en la contribución de Ken Wilber, un escritor y filósofo norteamericano quien, entre otros aportes, entrega aquello que el llama la Teoría Integral. Ello se ve representado en un simple cuadrado divido en cuatro cuadrantes, o posibles direccionamientos: las cuatro divisiones del cuadrado nos hablan de percepciones a) subjetivas, b) objetivas, c) intersubjetivas y d) interobjetivas, ligadas respectivamente a a) uno mismo teniendo pensamientos, emociones, recuerdos y sensaciones, b) aspectos ligados a objectos, como nuestro cuerpo, cerebro, capacidades, etc., c) elementos compartidos con otros tales como valores en común, lenguaje, significado, relaciones, cultura, etc. y d) una aplicación objetiva pero plural en este caso, ligada a sistemas, tecnología, gobierno o nuestro entorno natural. Por otro lado, los cuatro “puntos cardinales” se conectan con a) el individuo, b) lo colectivo/grupal, c) lo interior y d) lo exterior. Ken a continuación comienza a contemplar los múltiples posibles resultados que surgirán de combinar cada uno de los primeros cuatro aspectos, con cada uno de los segundos cuatro aspectos de su teoría. En resumen, él con esto intenta mostrarnos cómo la realidad que estamos percibiendo posee en verdad incontables perspectivas (posiblemente muchas más de las que elegimos observar) y debemos hacer el mejor de nuestros esfuerzos para captar la realidad de la forma más completa y global posible. Para aquellos interesados, comparto a continuación un breve video introductorio respecto a la Teoría Integral de Wilber: https://www.youtube.com/watch?v=k4WAMCQIinM
Y, nuevamente, el gris no es otra cosa que esto mismo: un portal hacia una realidad multifacética, en donde innumerables elementos se encuentran interactuando de forma simultánea y, para nosotros participar de dicha realidad, debemos necesariamente despertar a cada uno de tales elementos, ya que sino simplemente estaremos obsesionados con un limitado ángulo en particular de las cosas, sin comprender que existen otra multitud de ángulos igualmente (o más) válidos. En una época como la post-moderna (en donde aún nos encontramos) en donde la experiencia subjetiva comienza a ser sobreestimada y casi absolutizada, corremos el riesgo de incurrir en una sobredosis de susceptibilidad ante lo que nosotros mismos percibimos (limitadamente), qué tan real es eso para nosotros y a continuación nuestra demanda para con ello, exigiendo que mi manera de ver las cosas sea validada, aceptada pero, muy probablemente, todo ello implique que todo aquel que contemple la realidad desde un ángulo opuesto (o incluyendo perspectivas más amplias que la mía) sea visto como un atacante o enemigo. De más está decir cuál será el resultado de dicho experimento.
De esta forma, el gris es el color más importante de nuestra vida, pues una y otra vez nos recuerda acerca de la imperante necesidad de auto-actualizarnos, y de jamás estar tan seguros de nosotros mismos y nuestras percepciones, entendiendo que de seguro habrán perspectivas que nos estamos pasando por alto y son igualmente válidas, y que muy probablemente sean las que mi “adversario” esté presentando. Desde allí, deberíamos ser invitados (o auto-invitarnos) al diálogo y la comunicación, que no es otra cosa que mostrar una disposición e interés por conocer la perspectiva del otro e intentar incluirla como válida dentro de mi propia vida, siempre y cuando dicha perspectiva sea amplia o al menos esté dispuesta a serlo, ya que, si no existe semejante postura, no habrá posibilidad de diálogo ni relación alguna. Y nuevamente, hoy en día encontramos más y más tal doctrina: grupos o individuos que postulan y demandan, pero que no se abren a la posibilidad de que exista algo más aparte de lo que ellos piensan o, incluso, a un contenido que muestre cómo su perspectiva no era lo suficientemente abarcativa. Y que algo así sea socialmente aceptado promoverá una esclavitud casi perfecta, pues cada uno de sus miembros se sentirá autónomo y libre en su derecho a expresarse y emitir opiniones sobre el entorno, sin casi jamás preguntarse el trasfondo de dichas opiniones, ni la amplitud de su propia propuesta, ni qué tan libres en verdad están siendo.
Abracemos entonce el gris, aquella tonalidad que llega a nuestras vidas para hacernos crecer, matizar nuestra existencia y abrazar la realidad en todas sus posibles manifestaciones.