Estoy muriendo…quizás tenga el coronavirus.
Antes de que algún lector se alarme innecesariamente, paso a aclarar: si planteo que quizás tenga el coronavirus, lo digo pues a esta altura prácticamente nadie puede garantizar (a menos que se haya hecho su respectivo test) que está 100% libre de dicha posibilidad, o en tal caso de la opción de contraerlo en un futuro cercano. Y si dije que estoy muriendo, es simplemente basándome en el hecho de que no solo yo, sino cada uno de nosotros, estamos muriendo: todos sin excepción tendremos que abandonar este cuerpo en cómodas o incómodas cuotas, dependiendo el caso.
Basándome en esta premisa, escogí vivir estos últimos días pensando en mí como alguien posiblemente infectado por el virus y posiblemente destinado a partir de este plano en cualquier momento: decidí abrazar dicho experimento para ver qué surgía dentro de mí, en términos de qué medidas decidía tomar si hipotéticamente me encontrase en mis últimos instantes. Interesantemente, mi conclusión fue que aquello que haría en tal caso es exactamente lo mismo que me mantengo haciendo durante cada uno de mis días, con la única diferencia de que, al tomar consciencia de la posible cercanía del elemento muerte, uno aterriza aún más a la necesidad de tomarse más y más en serio sus ideales, entendiendo que ni la vida ni la muerte son un juego, ni tampoco por ende la práctica espiritual, la cual representa (entre otras cosas) el método elegido por uno para trascender semejante ciclo de idas y venidas dentro de este samsara. Por lo que vergonzosamente la conclusión ha sido que, al menos en cierta medida, uno aún sigue viviendo como si todavía no fuese a morir.
La presente situación trae inevitablemente a mi memoria aquel histórico pasaje del Mahabharata en donde Yudhisthira Maharaja es interrogado desde múltiples ángulos, para finalmente llegar a la más crucial de todas las preguntas: “¿Cuál es la cosa más sorprendente dentro de este mundo?”. Luego de pensar profundamente sobre la respuesta apropiada (de la cual dependía la vida de sus hermanos), el gran rey santo tomó valor y entregó lo que sería una de las más importantes instrucciones para la humanidad, especialmente en los tiempos que corren: “Aquello de lo más sorprendente tiene que ver con cómo el ser humano se mantiene rodeado de situaciones que le muestran cómo todo está muriendo en este plano, pero aún así él/ella piensa `A mí no me pasará`”. O, en su defecto, aunque sí se reconozca en teoría este principio, uno puede de todas formas estar viviendo como si nunca fuese a tener que partir de este mundo. Pero la realidad es que todos seguimos partiendo a cada respiro, con o sin coronavirus.
Así, quizás personalmente sí sea una de las tantas personas que posee el coronavirus y una de las tantas que de todas formas sobreviva a ello, o quizás sea uno de los pocos que tenga que morir afectado por semejante contagio. E incluso si nada de ello pasase, de todas maneras tendré que partir de este plano en algún momento, algún día. Si no es el coronavirus será otra enfermedad, o la llegada natural de la vejez, o lo que tenga que ser. Pero desde el día uno somos informados acerca de esta dinámica: nacimiento, crecimiento, decaimiento, enfermedad, vejez y muerte. Por favor no me digan que nadie les avisó, pues como Yudhisthira Maharaja ya dijo, todo nuestro entorno está a gritos brindándonos semejante consejo.
Y entre las innumerables razones que podríamos compartir ligadas al temor y ansiedad que la mayoría de los mortales se encuentran padeciendo estas últimas semanas, me atrevo a decir que la principal paranoia subyacente en el inconsciente colectivo de la mayoría del planeta tiene que ver no tanto con el coronavirus como un virus más del cual me puedo contagiar, sino con la implicancia letal y última del mismo, en la forma de la muerte, algo aún no resuelto por la mayoría. La posibilidad de partir es una realidad muy delicada a la que generalmente no le dedicamos el tiempo y la exploración que se merece, estando la misma ligada a los principios de la enfermedad y la vejez, todo lo cual es generalmente abolido en nuestra sociedad, en donde se intenta sepultar todas esas realidades para únicamente quedarnos con aquella única cosa que parece darnos calma: la sensación de que no moriremos, de que somos permanentes y eternos, de que aún nos queda “un poco más” por delante.
Y de hecho esto es así, somos eternos y permanentes, pero para realmente tener dicha experiencia no bastará con evadir todo lo que parece indicar lo contrario, sino que tendremos que tomarnos el tiempo y dedicar (buena) parte de nuestra vida al cultivo interno, a través del cual entraremos en contacto directo con quien realmente somos: un ser que jamás se ve tocado por enfermedad ni vejez alguna, mucho menos por la idea de que todo se acabará algún día. Pero estas son cosas que resultan más fáciles decirlas que hacerlas, y es allí en donde se nos invita a tomar un serio compromiso con nuestra situación y necesidades actuales, y dar los pasos que se requieren tomar dentro de lo que nuestro libre albedrío nos permite. Dicho esto, concluyo mi presentación compartiendo algunas ideas de cómo mi persona, como aspirante al Gaudiya Vedanta, intenta sobrellevar de la mejor forma posible este presente capítulo de mi existencia.
Ante todo, aclaro que personalmente me encuentro en Raleigh (Carolina del Norte, Estados Unidos) desde hace algunas semanas, imposibilitado de viajar a otras zonas en donde tenía ciertos programas ya pactados. Al mismo tiempo, muchos otros hermanos y hermanas espirituales de mi cercanía también se encuentran físicamente atascados en diversas partes del globo, todo ello creando una considerable incomodidad en diversos niveles, e incluso incertidumbre, temor y preocupación en algunos, de acuerdo a su nivel de realización. Y como ya mencioné en mi publicación de la semana pasada, siento que aquello mejor que puedo/podemos hacer en estos tiempos en donde nos toca estar a distancia física y en medio de esta inesperada lluvia de calamidades, es apoyarnos a sobrellevar internamente la situación con la mayor perspectiva espiritual posible, aunque desde ya cada cual tomando las medidas que se puedan tomar para hacer lo que corresponde “por fuera” pero en fin, con o sin coronavirus a todos nos seguirá tocando partir de este mundo en algún momento, y en tales momentos nuestra realidad temporal colapsará alrededor de nosotros, y nos tocará soltarlo absolutamente todo, por lo que el presente capítulo sin duda alguna representa todo un trailer del momento final de nuestra vida para así mostrarnos dónde estamos parados, y en base a ello seguirnos preparando a ese respecto.
Estos días he estado recordando una famosa cita de Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati Prabhupada, quien diría que “aunque todo a tu alrededor se disuelva, si te mantienes cantando Sri Nama con fe no habrás perdido nada“: nada más lejano a la realidad. Obviamente, “cantar con fe” implica aceptar la expresión externa de sraddha (fe) en su forma de saranagati (rendición), así como las etapas centrales de esta última, en la forma de raksisyati visvaso y goptritve varana: confiar en la protección de Dios y aceptar que estoy siendo mantenido por él en toda circunstancia. En cierta etapa estos conceptos representarán mera información y teoría, pero todo ello debe ser convertido en plena transformación y experiencia directa, si es que deseamos no solo superar estas pruebas, sino realmente progresar en nuestra práctica y eventualmente arribar al destino último que nos espera. Tratemos por favor de meditar acerca de cómo este tipo de ideas resuenan dentro de nuestras vidas, y veamos cómo darles una formas más y más real en nuestra vivencia cotidiana actual.
Como Gaudiya Vaisnavas, tener fe significa tener sraddha. Y sraddha se refiere a situar (dha) nuestro corazón/ser (sradh) en las manos del Absoluto: en otras palabras, ponernos a su plena disposición aceptando que, mediante dicha entrega, todo aquello que llegue a nuestras vidas estará representando la voluntad (y por ende gracia) divina para con nosotros. Alguien que aspira a rendirse al Supremo confiará en su protección en todo momento, sea la forma que dicha protección tenga que tomar. Asimismo, semejante aspirante entenderá que está siendo mantenido desde arriba a cada paso, y por ende se dispondrá a lo que sea que tenga que venir de dicho plano, tal como el ave cataka, que elige sobrevivir únicamente a punto de agua de lluvia. En las palabras de Thakura Bhaktivinoda “mátame o protégeme según tu deseo”: lo que sea considerado como más conveniente por la esfera superior, será debidamente incorporado por la esfera inferior.
En conclusión, más allá de todo aquello que sí podamos ejecutar mediante nuestro esfuerzo propio (¡lo cual desde ya no es poco!) para prevenir lo que fuere, si la situación que se nos presenta nos trasciende y por ende nos intenta transmitir otra cosa, ello habrá de ser escuchado y aceptado como aquello que viene a nosotros incluso más allá de nosotros y de nuestro intento por que ello no acontezca: ello es conocido como la voluntad y misericordia (karuna/karunavirus) de Dios, la cual todo aspirante a lo divino debe aprender a descifrar e integrar en cada uno de sus pasos y muy en especial durante momentos particularmente difíciles, en donde el panorama escapa de nuestras manos y somos por ende invitados a ponernos en otras manos, en las que debemos aprender a permanecer por la eternidad.
Jay Maharaj, lindas palabras llenas de sabiduría, esperanza y entusiasmo para soltar todo el virus material que penetra nuestras mentes y corazones, y dejarnos contagiar, acelerador a fondo sin ver por el retrovisor, del karunavirus. Hari bol ?
Jay Maharaj! Increíble , hay mucho que aprender de esta situación dominio dice también en la primera parte de este escrito , me gustó mucho la parte donde habla que en momentos así lo común es tender a la tristeza y a estar desanimado pero deberíamos entrar en contacto con la Esperanza . Todos estos planes no los entendemos pero sin duda están siendo guiados por Sri Krishna
Reverencias Maharaj.