(Durante las siguientes semanas, las Contemplaciones Semanales se mantendrán centradas en diversas perspectivas centradas en el fenómeno del coronavirus, en un intento de contribuir al diálogo virtual concerniente a esta innegable situación presente. Por dicha razón, el título de todas estas publicaciones será el mismo, pasando del concepto de coronavirus al de karunavirus, el cual se traduce como “gracia divina” en lengua sánscrita)
Las cifras siguen aumentando. Son cada vez más los contagios y las posibilidades de muerte a causa de la pandemia. Los medios arrojan alertas de orden apocalíptico, y comienzan a manifestarse nuevas áreas de estudio académico y científico e incluso nuevos estilos musicales, literarios y cinematográficos, todos ellos girando en torno al posible final de nuestra existencia como seres humanos.
Ante semejante panorama, indudablemente tendremos la mejor de nuestras oportunidades para preocuparnos como nunca antes lo pudimos haber hecho, pero ¿qué tan justificada estará dicha preocupación? ¿Debemos realmente preocuparnos y, en tal caso, cómo, cuándo y hasta dónde? Aunque nos pueda sonar ambiguo, la respuesta a cada una de estas preguntas será un “sí” y un “no” simultáneos: sí debemos preocuparnos en cierta medida, pero a su vez debemos saber cuándo nuestra preocupación es un ejercicio vano e inútil, el cual no nos llevará a ocuparnos de forma verdaderamente constructiva. Así, momentos como este nos invitan a sumergirnos en el sagrado arte de la pre-ocupación, y no de la preocupación.
Mientras que la preocupación se referirá a aquellos patrones de conducta que nos inmovilizan en el momento presente por algún acontecimiento que pueda surgir en el futuro, la pre-ocupación representará aquella etapa preliminar a la ocupación en donde, basándome en las circunstancias presentes, considero qué es lo mejor que puedo ofrecer en este momento actual sin permitirme quedar paralizado ante posibles y eventuales posibilidades futuras, las cuales son únicamente eso: posibles y eventuales posibilidades futuras. Entre esto último y la innegable realidad del momento presente existe sin duda alguna un considerable abismo. Y que dichos posibles acontecimientos futuros puedan evitarse, tendrá en gran parte que ver con cómo nos permitimos abordar el presente mediante una debida ocupación, precedida de su correspondiente pre-ocupación.
Nos encontramos en un mundo y una cultura que da más importancia a la preocupación que a la acción: el código publicitario y demás medios de comunicación se han vuelto expertos en mantenernos vibrando en dicha frecuencia, en donde aquello que posiblemente pueda ocurrir (o pueda adquirir) a futuro pasa a volverse una prioridad absoluta, incluso por encima de aquello que ya me está visitando en el instante actual. Así, somos sutilmente mantenidos en la esfera de raja-guna, preocupándonos por posibles a) acontecimientos y b) adquisiciones que a) tememos que ocurran pues amenazan nuestra supuesta felicidad y/o b) deseamos obtener a futuro pues hemos concluido que tal objeto/persona/situación es la que finalmente acabará con mi padecimiento presente. Nada más lejano de la verdadera realidad.
La modalidad de la pasión (raja-guna) inyecta en nuestra psicología una interminable serie de deseos y falsas necesidades, así como el correspondiente temor relacionado a la posibilidad de algún día perder aquello que tanto anhelo. La misma constituye una fórmula perfecta para que el alma encarnada se mantenga encarnada, persiguiendo una zanahoria que no dejará de moverse delante de su nariz, pero que nunca será alcanzable ya que la estaremos proyectando fuera del rango del momento presente. Y desde ya, tenemos temor al momento presente pues el mismo nos pone a prueba e invita a conocer quiénes somos realmente, y desde ese lugar muchas veces escogemos inmovilizarnos a través de la innecesaria preocupación, para así evitar aquel riesgo que toda acción representa. Así, la preocupación nos ayuda a evitar el cambio. Y sin cambio, ¿qué es lo que realmente queda de nosotros?
De esta forma, la preocupación es algo totalmente inútil y evasivo. Por otro lado, la pre-ocupación es aquella postura que nos lleva a ponerlo todo en la balanza desde la óptica del momento presente (quiénes somos realmente, cuál es nuestra necesidad última, etc.), y sobre dicha base recién obrar. En sánscrito existe un interesante concepto conocido como saksitva, el cual se refiere al “acto de situarnos como testigos”. En otras palabras, este término se referirá a la suprema importancia de concebirnos como realmente somos, sin dejarnos llevar por falsos sentidos de nuestro ser. Para ser testigos tendremos que desmimetizarnos de los movimientos mentales y de toda posible identificación física y psíquica, al menos en teoría y por un momento. Luego, desde semejante perspectiva (más puntualmente conocida como sattva) tendremos que analizar las diversas repercusiones de lo que pueda estar aconteciendo alrededor de nuestra alma, lo cual en definitiva nunca llega verdaderamente a tocar nuestro verdadero ser. Sin ejercicios de este tipo, nuestras acciones se verán impelidas por conclusiones (con suerte) rajásicas de nuestro propio ser, y por ende de todo lo que pueda acontecer a nuestro alrededor.
En su Bhagavad-gita (2.27), Krishna invoca el jaque-mate en su conversación con Arjuna (quien se estaba preocupando, pero no pre-ocupando) al mencionarle que su lamentación era absolutamente innecesaria, ya que en caso de él morir en la batalla alcanzaría planos superiores por cumplir con dharma, y en caso de vencer, disfrutaría de un reino sin igual en este plano, mientras que sus parientes serían en tal caso quienes alcancen un destino superior. Finalmente, él concluye diciendo que “todo aquel que “aquel ha nacido, es seguro que va a morir, y, después de morir, es seguro que volverá a nacer; por consiguiente, en el ineludible desempeño de tu deber, no debes preocuparte”. Desde su mismo inicio el Gita aborda este clásico paradigma, y la obra concluye revelando el entusiasmo de Arjuna por finalmente ocuparse en la batalla. De esta forma, podríamos decir que todo el Bhagavad-gita representa la pre-ocupación de Arjuna, o aquel intercambio preliminar en donde Krishna instruye a su devoto y amigo a fin de que este pueda ocuparse exitosamente en aquello verdaderamente necesario.
Y si alguien desea clamar desde el pánico que este puede ser su último momento y, sabiendo eso, encuentra dificultoso el no preocuparse, con más razón retornaremos a nuestro punto central. El punto de empalme entre una vida y la siguiente se conoce como sandhi, y jivana-sandhi se referirá por ende a aquel posible último momento de nuestra existencia en este cuerpo, cuando nos encontramos por partir de este mundo: toda una gran oportunidad para tomar en serio aquello que hasta ayer no habíamos considero, y así preocuparnos debidamente. En el niti-sastra se menciona que si uno se halla comenzando una educación debe hacerlo con la actitud de “viviré para siempre”, ya que estudiar una carrera es algo que sin duda alguna tomará un buen tiempo. Por otro lado, esta misma escritura (la cual trata sobre la apropiada conducta moral) menciona que cuando uno se ocupa en dharma, debería considerar que Yamaraja (el dios de la muerte) ya ha llegado y se encuentra tomándonos de nuestro cabello, encontrándonos a un instante de partir de este mundo. La idea es clara: debemos aprovechar estas circunstancias para ahondar debidamente en nuestro lado más sustancial, pero ojalá sin acudir a ello únicamente como nuestro último recurso y por obligación, pues aquellas cosas que son realizadas solo por temor, presión o circunstancias forzadas serán aquellas mismas cosas que eventualmente abandonaremos luego de un tiempo.
En conclusión, aún estamos a tiempo de cambiar lo que debemos cambiar, y para ello debemos aprender a pre-ocuparnos sanamente, en lugar de perder nuestro valioso tiempo en una vana preocupación. Aún tenemos tiempo de humildemente comprobar nuestras fallas presentes, arrepentirnos desde lo más profundo de nuestro ser por aquello que pudimos haber hecho de mejor manera, e implorar por aquella gracia divina que necesitamos para redimir nuestra condición actual. A este respecto, el término sánscrito kripana (“avaro”) se refiere a alguien que no da lo mejor de sí mismo, y el término kripa nos indica aquella gracia que nos permitirá seguir creciendo, en la medida en que reconozcamos nuestra avaricia: lo mismo ocurre con anutapa, palabra sánscrita que podría traducirse como “arrepentimiento” o también “misericordia”. Una será del todo necesaria para invocar la otra, y así sucesivamente.
Es así hora de sabernos pre-ocupar, abandonando toda vana preocupación y actualizándonos a nosotros mismos para dar con nuestra mejor versión posible el día de hoy y no mañana, pues como diría la famosa frase: “´algún día´ es hoy”.
Jay Maharaj muchas gracias por su tiempo y sus reconfortantes palabras
Pranams
Hare Krsna