(Durante las siguientes semanas, las Contemplaciones Semanales se mantendrán centradas en diversas perspectivas centradas en el fenómeno del coronavirus, en un intento de contribuir al diálogo virtual concerniente a esta innegable situación presente. Por dicha razón, el título de todas estas publicaciones será el mismo, pasando del concepto de coronavirus al de karunavirus, el cual se traduce como “gracia divina” en lengua sánscrita)
El estado de cuarentena continúa, al menos para muchos de nosotros. Rodeados de semejante experiencia, el paso del tiempo y la experiencia de nuestros alrededores suelen verse extrañamente alterados: un mes de cuarentena puede experimentarse subjetivamente como un año de encierro, y aquellas personas que amo y con quienes siempre anhelé pasar la mayor cantidad de tiempo posible, comienzan a sentirse súbitamente como menos atractivas, hasta el punto de lo insoportable. Esto y mucho más será una de las tantas formas en las que más de uno de nosotros se encuentre atravesando su correspondiente periodo de confinamiento.
Una cuarentena es generalmente definida como “un estado, período o lugar de aislamiento en el que se colocan personas o animales que han llegado de otro lugar o que han estado expuestos a enfermedades infecciosas o contagiosas”. Estudiando esta definición y por un momento yendo más allá del mero aspecto físico y sanitario de la misma, podemos tener un vislumbre de aquellas razones que tornan la experiencia de la cuarentena en algo por momentos cercano a una pesadilla: como la definición previa lo sugiere, cuarentena implica aislar a entidades expuestas a enfermadades infecciosas/contagiosas. Y muy probablemente nosotros somos una de ellas y no precisamente debido al coronavirus, sino a aquella única enfermedad verdaderamente existente, la cual da lugar a todo un mundo de síntomas que muchas veces identificamos erróneamente como la enfermdad en sí. Con esto me refiero a lo que se conoce como anadi-avidya, o aquella falta de educación interna (ignorancia) que nos acompaña desde tiempo sin inicio.
La ignorancia es sin duda alguna peligrosa y altamente contagiosa, por lo que si decidimos reunir a más de una persona poseída por dicha infección, la interacción de ambas partes pueda que quizás resulte en una maximización de dicho padecimiento. En otras palabras, una situación de confinamiento permanente comienza a mostrarnos todas aquellas cosas que están allí y que siempre estuvieron (tanto en relación a mí mismo como a los demás) pero que tal vez nunca antes percibimos, debido a no dedicarle el debido tiempo a tal investigación: si antes pensaba que amaba a alguien pero en cuarentena descubro que comienzo a sentir un rechazo hacia él/ella, ello en verdad nos habla acerca de qué tan falso fue dicho amor pero qué tan falso es también es ese rechazo, y qué tanto necesitamos elevarnos por encima de esas dos caras de la moneda del apego ilusorio, para comenzar a conocernos y vincularnos desde nuestra verdadera identidad. Y aunque las consecuencias de ello puedan resultarnos en este momento incómodas y desafiantes, las dinámicas presentes están allí para que justamente abordemos todo aquello que no supimos enfrentar durante nuestra vida previa al coronavirus. Así, toda invitación al confinamiento encierra de hecho un enorme regalo, mediante el cual podremos acabar con aquella insana distracción que nunca nos permitió reconocer la verdadera realidad de cada cosa y persona, utilizando entonces este periodo de “cercanía condensada” para continuar conociéndonos y descubriéndonos incluso hasta tal punto, que dicho confinamiento se termine convirtiendo en una imperiosa necesidad y nuestra mayor bendición. Sí, leyeron bien. Paso a explicar.
Al menos dentro del marco del suddha-bhakti, es algo común observar cómo muchas de las personas santas de nuestro linaje han o pasado sus vidas enteras en reclusión y absorción espiritual interna, o han dedicado buena parte de sus vidas a compartir su ejemplo y enseñanzas con el mundo, pero han hecho eso de tal forma que su vida interna se vio nutrida hasta tal punto, que eventualmente se volvió necesario una especie de cuarentena permanente para dichas personalidades. En tales etapas, aquello que se experimenta por dentro es demasiado intenso y delicado como para uno mantenerse expuesto como figura pública, por lo que la reclusión pasará a representar en tales momentos la más forma más efectiva de uno avanzar en la intimidad de su propio cultivo. E interesantemente este principio no se limita a la situación de un mahatma bhajananandi, sino que Bhagavan mismo tampoco es la excepción a la regla.
Mientras que durante el govardhana-lila Sri Krishna supo conceder una muy particular experiencia de confinamiento a sus devotos en Vraja (quienes durante siete días bebieron su divino darsana ininterrumpidamente, sin poder ir a ninguna parte y sin tampoco querer hacerlo), en esta ocasión deseo concentrarme en un confinamiento mucho más extenso, y mucho más extático: Sri Caitanya Mahaprabhu exhibiendo su gambhira-lila.
Pese a haber sido toda una figura pública durante la mayor parte de su vida, Sri Caitanya y su experiencia interna llegaron a un punto en donde una vida de retiro habría de volverse algo totalmente necesario e imprescindible, para él lograr progresar en aquello que principalmente le hizo descender a este plano. Y el escenario escogido para semejante capítulo recibe el nombre de Gambhira. Gambhira es un término generalmente traducido como “profundo”, “serio” y/o “grave”, tal es el nombre asignado al sitio de confinamiento escogido por Dios mismo en esta única manifestación, en donde durante los últimos doce años de su vida supo atravesar la más extensa cuarentena conocida en la historia de la humanidad, así como la más extática: en un pequeño cuarto de 2 x 2 metros, Sri Krishna Caitanya se mantenía continuamente sumergido en las agitadas olas del maha-bhava, orando, llorando y saboreando las profundidades del vipralambha-prema desde la óptica de Sri Radha, acompañado en dicho experimento por dos de sus más queridos, Damodara Svarupa y Raya Ramananda.
En dicho contexto, las tres partes centralmente involucradas hicieron debido honor a la definición básica de toda cuarentena, aislándose mutuamente en el marco de un espacio de contagio siempre en aumento, en donde la “enfermedad” se volvía más y más contagiosa en todas las direcciones, incrementando la experiencia de desesperado anhelo espiritual y llevando a Sri Caitanya más y más cerca de su objetivo deseado: saborear plenamente el humor y emociones de Srimati Radha, desde todas las perspectivas posibles. Como podemos ver, Gambhira es una habitación sumamente pequeña (hoy en día es posible ir a Puri y observar su tamaño original) para una personas, ¡qué decir tres, y en semejante estado! Al mismo tiempo, el ideal que allí se estaba cultivando internamente era lo suficientemente grande y espacioso como para no necesitar absolutamente nada más.
Si somos arrojados al desierto del Sahara y se nos regala un espacio tan extenso como ese para permanecer allí solos por la eternidad, ello no nos será del todo suficiente pues aún seguiremos solos. Pero si nos encontramos junto a nuestro amado (esto es, si aprendemos a amar), podremos quizás encontrarnos en la más pequeña de las celdas pero dicho espacio nos será más que suficiente. Así, el amor es aquello que realmente le otorga amplitud, profundidad y espacio a nuestras vidas por lo que mientras no lo tengamos, incluso el mundo entero aún nos será insuficiente sin él. Mahaprabhu Sri Caitanya representa el mejor ejemplo de semejante principio: “pequeña habitación, gran ideal”.
De esta forma Sri Caitanyadeva respetó fielmente su cuarentena, extrayendo plena ventaja de su extenso confinamiento, hasta el punto de alcanzar la meta de su vida misma mediante tal encierro. Similarmente, cada uno de nosotros somos invitados a cuestionarnos acerca del más elevado alcance de nuestra cuarentena presente. Y sí, si somos afortunados terminaremos concluyendo en estas mismas líneas: nuestra actual circunstancia de encierro tiene el potencial de concedernos el más elevado objetivo de nuestra existencia. Veámonos una vez más inspirados por el descomunal ejemplo Sri Caitanya e intentemos al menos reproducir una pequeña parte de lo que fue su conducta, y ello será más que suficiente para transportarnos a aquel cambio de consciencia que hoy necesitamos no solo para sobrevivir a nuestra cuarentena, sino para descubrir nuestro más excelso potencial como amantes de la verdad última. Y si logramos aprovechar tal oportunidad, la nuestra quizás sea también (al menos para nosotros) la más extensa y extática cuarentena jamás imaginada.