Entre otros tratados devocionales, he recibido el servicio de estudiar nuevamente el Bhagavata, en esta ocasión a través de los ojos de Sri Visvanatha Cakravarti Thakura en lo que es su famoso y único comentario a dicha obra, conocido como Sarartha Darsini. Luego de unos años de dicho estudio, unos meses atrás he tenido la fortuna de comenzar el undécimo tomo del Bhagavata, principalmente centrado en lo que se conoce como el uddhava-gita. En esta sección, Sri Krishna instruye a Uddhava antes de replegar su lila en la tierra, y él hace esto en una línea muy similar al discurso previamente brindado por él a Sri Arjuna en Kuruksetra, con la diferencia que en este caso su devoto no posee naturaleza ksatriya sino un perfil de tipo intelectual, y así su discurso se ve levemente alterado en forma debido a ello. Unos días atrás me encontré con el siguiente sloka del capítulo 19 de este tomo, lo cual catapultó naturalmente el tema del día de hoy:
“Para el ser humano, poseer riqueza que sea respetable implica poseer dharma, y yo, Svayam Bhagavan, soy el sacrificio. El otorgar remuneración religiosa (daksina) implica informar a los propios amigos, luego de un festival, acerca de las realizaciones de ananda que uno ha tenido. La más poderosa fuerza se encuentra en el sistema de pranayama”. (11.19.39)
Como aquí podemos ver, en esta sección Sri Krishna se encuentra informando a Uddhava acerca de qué es qué en su expresión última. Y como sospecharán debido al título de esta Contemplación Semanal, aquello que capturó mi atención ante todo fue la definición de daksina aquí brindada: “informar a los propios amigos, luego de un festival, acerca de las realizaciones de ananda que uno ha tenido”. Sri Cakravarti Thakura despliega aún más este concepto al mencionar en su comentario que “entregar una donación significa que, luego de un festival devocional, uno revelará a sus queridos amigos la experiencia de alegría experimentada durante el kirtana. Daksina no se refiere a entregar dinero o joyas”.
Aunque esta definición pueda agradar a más de uno debido a que aparentemente “ya no será más necesario dar donaciones a partir de mi bolsillo”, el precio (y peso) de la donación definida por el Bhagavata requiere en verdad un pago considerablemente más amplio y profundo. Para comprender esto en mayor detalle, abordaremos a continuación el concepto de daksina en su sentido más elemental, para de allí pasar a sus expresiones más refinadas.
Dentro del marco del dharma o aquel deber natural que nos acompaña como miembros de la raza y sociedad humanas, se espera que naturalmente contribuyamos con la causa entregando cierta parte de nuestras ganancias, debido a que también se espera que, como la mayoría de los seres humanos, no seremos capaces de vivir sin estar tomando del medio ambiente. Así, si elijo tomar tendré a su vez que dar una parte del resultado de aquello generado medianto lo que tomé, pues de otra forma estaré incurriendo en una deuda kármica aún más comprometida. En otras palabras, si elijo tomar del mundo pero no pagar nada a cambio, eventualmente el pago (kármico) que tendré que efectuar será de hecho mucho más grande. De esta manera el karma-marga (sendero de la acción) intenta implantar en quien lo sigue un sentimiento de responsabilidad, gratitud y reciprocidad, comenzando incluso desde la plataforma material e intentando volvernos conscientes de la importancia del dar. Tal como el Veda diría: “si te cuesta horrores dar, al menos toma un poco de tierra y entrega esa tierra de regreso a la misma tierra, para que al menos tu mano se vaya acostumbrando a dicho acto”.
Si este es el caso dentro de un sendero relativo como el karma-marga, ¡qué decir lo que se espera de nosotros en una senda post-liberada como el bhakti-marga! Aquí la ofrenda no será tanto nuestro bolsillo, acciones o fruto de las mismas, sino nuestro propio ser, entregado de forma voluntaria, íntegra y completa. Como verán, suena en un comienzo más sencillo que no dar donación alguna, pero al pensar acerca de ello, rápidamente concluiremos que el hecho de darnos a nosotros mismos en donación es la más cara y profunda de las caridades. Y es por ello que en su explicación al verso del Bhagavata previamente citado Visvanatha Cakravarti aclaró que verdadera daksina implica informar a nuestros íntimos asociados de nuestra alegría durante el kirtana. ¿Qué significa realmente hacer esto en el marco de entregar daksina? En su significado al verso 10.31.9 del Bhagavata, Visvanatha menciona que aquellos que glorifican a Krishna mediante kirtana se encuentran otorgando el mayor de los tesoros y, por ende, aunque entreguemos a tales seres todo lo que poseamos en un intento de reciprocidad, aún así nos resultará imposible pagar a cambio por semejante riqueza recibida.
Así, aquellos que realmente aprecian el valor de la gracia que ha tocado nuestras vidas (y qué tan poco uno ha hecho para recibir/merecer ello) serán quienes dimensionen debidamente el precio a pagar: ninguna riqueza ni posesión de este plano sino nuestra vida misma, de pies a cabeza. Ahora bien, semejante ofrenda no suele poderse entregar de la noche a la mañana, por lo que de todas formas seguimos siendo invitados a ello, en la forma de cómodas cuotas. Y es allí justamente donde tendremos la oportunidad de entregar nuestra alma en caridad a través de lo que hago, de lo que gano, de lo que (creo que) poseo, como una manera de gradualmente acercarme a la realización definitiva: yo mismo soy la verdadera ofrenda. Hasta que esta comprensión no haya llegado, necesitamos de alguna forma u otra ocuparnos en daksina, para no ser así explotadores de los recursos del entorno ni deudores de aquel regalo que ha agraciado nuestra existencia.
Dicho esto, este verso del Bhagavata intenta recalcar cuál es el mejor de los regalos que podemos realmente ofrecer a nuestros bienquerientes: revelar nuestra mente en forma confidencial y ofrecer dicha confianza al escuchar las revelaciones de otros, todo ello en el marco de nutrir nuestro ideal mediante sravana y kirtana. En el verso 10.9 del Bhagavad-gita, Krishna define semejante intercambio como real sadhu-sanga, y como la manera en que sus devotos se iluminan y nutren mutuamente, demostrando su afecto entre sí. En otras palabras, lo mejor que podemos dar a otros será compartir nuestra alegría devocional, la cual surgirá como un subproducto de nuestra responsable ocupación en bhakti. Y siendo que bhakti implica seva, y seva se refiere al dar placer al objeto de nuestro afecto, un devoto consagrado se volverá un genuino adicto al placer: al único y verdadero placer.
En la esfera mundana el placer es usualmente confundido con felicidad, y de esa forma definimos nuestra propia identidad en base a aquello que anhelamos, a aquello que consideramos necesario y resultante en un tipo de ananda. Desde ese lugar nos volvemos también adictos al placer pero no en el marco de dar placer, sino de recibirlo de forma auto-centrada y egoísta. Este acto se volverá nuestra más suprema distracción y nuestro más profundo acto evasivo, en donde necesitaremos incrementar más y más la dosis de experiencia material para que nuestra dopamina reviva y así nos sintamos “felices”, al menos por unos momentos. Pero esto nos alejará más y más de quien somos realmente, todo ello sobre la base de una falsa adicción a un falso placer.
Por decirlo de alguna forma, un sadhaka (aspirante espiritual) es aún una “entidad intermedia”: no se ha vuelto un ser perfecto (adicto a dar placer) pero tampoco es ya un materialista declarado (adicto a recibir placer). Así, a la hora de entregar daksina, él/ella quizás no sea aún capaz de ofrendar su propio ser en forma plena, pero a su vez no deseará incrementar su deuda kármica al consagrarse a una vida de hedonismo y vanos placeres. Por ello, tales personas deberán intentar incurrir en el tipo de daksina que el Bhagavata aquí describe, y abrazar su sadhana comprometidamente, entregando luego en caridad las revelaciones que de allí surgan. Pero en la medida en que dicho compromiso aún no haya llegado del todo, también será necesario entonces entregar otro tipo de daksina, no esta vez en la forma de todo nuestro ser, pero si de la extensión de nuestra propia identidad: nuestros apegos, aquello que aún sentimos que nos pertenece y está destinado a nuestro deleite, y que justamente no nos permite abrazar del todo el regalo divino.
Así, cuanto más soltemos tales elementos y los arrojemos a los pies de sadhus genuinos (quienes tendrán la visión para contemplarlo y ocuparlo todo sin sentimiento alguno de posesividad) en esa misma medida en que logramos soltar y dar de esta manera, no solo nos liberaremos de posibles deudas kármicas futuras, sino que desarrollaremos una mayor capacidad para ejercitar el dar y, con el paso del tiempo, llegará aquel día en que nos hayamos vuelto totalmente capaces de entregar continuamente la más valiosa de las donaciones, la más brillante de las gemas: un proyecto personal de devoción completamente adornado por las cualidades de la santidad, la entrega y la devoción pura. Dicho momento constituirá nuestra daksina definitiva, donde nos arrojaremos voluntariamente a una vida eterna de (dar) placer.