La belleza de este mundo avanza hacia la destrucción. La belleza del otro mundo también avanza, pero hacia una “reconstrucción”: una cada vez mejor versión de sí misma.
En verdad, y sin importar su apariencia durante su gestación o demás etapas intermedias, todo dentro del plano material avanza hacia el acabose. Todo, sin excepción alguna. Y especialmente aquello que captura nuestra atención y vida dentro de este plano más que cualquier otra cosa: la belleza. Podemos invertir horas, meses y décadas (y sucesivas encarnaciones) en intentar disfrutar dicha “belleza” e intentarla preservar en nuestra propia persona, pero sea cual fuere el caso, todo ello seguirá marchando en la dirección de un tiempo que todo lo devora, y así todo aquel sentido fugaz de belleza que podemos captar (e intentar capturar) en este plano quedará reducido a cenizas al final del día.
Esta no es una perspectiva negativista ni negadora del mundo, sino un mero intento de analizar objetivamente los movimientos de la fenomenología imperante. Por lo que si nuestros emprendimientos no incluyen aún avanzar hacia lo eterno, por más decorado que se encuentre, nuestro sendero conducirá a la tumba y a ningún otro lugar. Dentro del marco de tiempo y el espacio, todo, absolutamente todo, se encuentra sujeto a estrictas leyes, inalterables e incorruptibles. Si no partimos por aceptar este básico suceso, no lograremos ni situarnos en este mundo de forma balanceada y satisfecha (lo cual debemos), ni mucho menos podremos proyectarnos de forma realista al otro plano (lo cual también debemos), allí donde la belleza realmente avanza, progresa y no cesa de consagrarse a un cada vez más refinado e interminable ideal.
Mientras nos encontremos aquí (con ello me refiero no a una locación física, sino a un determinado estado de consciencia), necesitamos aprender a estar satisfechos materialmente en alguna medida. Esto básicamente significará que no importe en verdad cuánto tengamos o no tengamos: si no regulamos ni disciplinamos nuestra interacción con los objectos de los sentidos, ello nunca nos será suficiente, lo tengamos todo o no tengamos nada. En otras palabras, siempre existirá una nueva posibilidad de acrecentar nuestra experiencia insatisfactoria dentro de este plano, por lo que será más que necesario establecernos en un punto de sostén, un balance en donde aprendamos a subsistir materialmente con lo que realmente necesitemos en nuestra presente etapa, sin excesos ni excentricidad de ningún tipo. Únicamente estando satisfechos materialmente, podremos abocarnos a la verdadera insatisfacción.
Sí. Existe la posibilidad de conectar con una insatisfacción verdadera, y que esta sea “verdadera” significará que estará vinculada a la verdad, y a nuestro genuino abordaje de la misma. La naturaleza definitiva de la verdad estará constituida de una belleza en continuo movimiento y aumento, sin detenimiento alguno, sin destrucción en absoluto. Mientras la belleza de este mundo avanza hacia la destrucción, la del otro mundo representará de hecho verdadera insatisfacción, pues en contacto con la Verdad Última nunca seremos del todo saciados, siendo ella una realidad en continua expansión y progreso, y siempre real y existente en cada una de sus fases.
Todo está en movimiento y todo progresa. Pero puede también existir un progreso en la línea del dolor, y así podemos volvernos más y más sofisticados a la hora de aprender a sufrir. De hecho, que hoy en día existan mecanismos tan supremamente refinados a la hora de intentar disfrutar implica que estamos intentando de forma más y más refinada contrarrestar nuestro sufrimiento presente, todo lo cual nos hablará entonces de qué tan expertos nos hemos vuelto (quizás de forma inadvertida) en progresar doctamente hacia la angustia, desarrollando impensadas capacidades dentro del arte del padecimiento. Pero nada de esto es la evolución que realmente necesitamos, pues nada de ello va de la mano con una genuina expresión proporcional de belleza permanente, en aumento sin fin alguno.
Ese será uno de los tantos termómetros. Si deseamos analizar qué tan progresiva es nuestra marcha, simplemente debemos compararla con una necesaria manifestación de genuina belleza siempre en aumento que aparezca a su lado. Si esto no es así, probablemente nos encontremos únicamente avanzando hacia la destrucción, junto con la belleza de este mundo y tantísimos otros artefactos que marchan (cada vez más y más rápido en algunos casos) hacia el tan clásico precipicio cronológico.
Cuando algo externo (como nuestra sociedad) se vuelve cada vez más complejo y sofisticado, debemos prestar cuidadosa atención de que, en ese mismo nivel, estemos acompañando dicho avance con su debida contraparte interna. El solo refinarnos por fuera pero no por dentro constituye uno de los más feroces peligros que acechan nuestra conciencia postmoderna. Podemos refinarnos a nivel ciencia, filosofía, tecnología, medicina, ciencias económicas y todas las demás áreas del progreso que deseemos concebir, pero sí o sí necesitamos balancear el peso de semejante evolución con una sustanciosa inmersión en el otro lado de la balanza, abrazando aquello que el tiempo no marchita, sino que más bien vuelve más y más glorioso y cautivante: la belleza última.
Para ello necesitaremos, entre otras cosas, reconocer nuestro muy posible apego al sufrimiento presente y nuestra determinada negación en abandonarla, y aventurarnos a un salto cuántico hacia rincones desconocidos y poco explorados. La máxima (mínima) “más vale malo conocido que bueno por conocer” se aplica perfectamente a este escenario, y así nos enfrentamos con el titánico y colosal desafío de redireccionar y reconocebir el apropiado avance de la debida belleza en nuestras vidas.
Repito: La belleza y todo lo que realmente sea de este mundo únicamente puede avanzar hacia la destrucción. Como seres antimateriales, únicamente podemos avanzar en la dirección opuesta, incluso aunque insistamos y creamos que estemos pudiendo avanzar en una dirección imposible. Dicho esto, avancemos. No tenemos ninguna otra cosa más que hacer en esta existencia que vivir para el progreso de la belleza.
Veo la imperfecciòn de mi “perfecciòn” que el ùnico perfecto es Krsna en como hace todo para arreglarlo… Asì que de vuelta y perdòn a todo y a todos por tanta brutalidad salvajemente violenta sutil y burda que haya cometido contra su persona. Reverencias a todos y muchas gracias Svami Padmanabha por este blog de belleza progresiva. =)