Contemplación Semanal # 77 / LA APARICIÓN DE SRI RADHA

El día de mañana se celebra Sri Radhastami, aquel momento en el que la más exaltada expresión devocional se manifiesta dentro de nuestro marco tridimensional, intentando llamarnos y llevarnos hacia su tierra natal. Dicho de otro modo, mañana estaremos conmemorando la divina aparición de Sri Radharani, quien no es ni más ni menos que la personificación última de la más poderosa emoción espiritual (mahabhava-svarupini), descendiendo junto a Sri Krishna y su séquito en el Vrindavana de esta tierra, siendo uno de sus propósitos el de establecer un estándar tal de entrega amorosa, que las almas de este mundo se vean irresistiblemente cautivadas a formar parte de dicha comitiva por la eternidad. Jaya Sri Radhe!

En este sentido, el Gaudiya Vedanta constituye una versión sin paralelo de lo que es el saktismo, o la adoración de Sakti, la potencia divina. Mientras que en otras tradiciones este principio es venerado en relación a su representación de maya-sakti (en la forma de Kali, Durga y demás manifestaciones) los seguidores de Sri Caitanya veneran profundamente a la representación divina de toda energía: el svarupa-sakti personificado del todo potente Sri Bhagavan, en la forma de Sri Radha. Como Sri Caitanya mismo, Bhagavan Sri Krishna asumió la tez y humor internos de Sri Radha, embarcándose así en el proyecto más ambicioso de toda su carrera: intentar entrar en los zapatos de su propia energía interna, y así saborear los más inconcebibles límites del éxtasis amoroso, imposibles de entender incluso para él mismo desde su perspectiva como Dios. De este modo, para alcanzar su propia autorrealización Dios mismo necesita experimentar lo que su devoto vive, pero no cualquiera de sus devotos sino la cúspide de toda expresión devocional: Sri Radha.

La palabra “radha” nos habla de aradhana, o adoración perfecta. Invirtiendo sus sílabas, radha se transforma en dhara o corriente, ello representando cómo Sri Radha fluye ininterrumpidamente en la dirección de dar plena satisfacción al objeto de su afecto, consumida y obsesionada por esa única idea, en continuo aumento y a perpetuidad. De más está decir, semejante determinación no parte de deseo separado alguno, sino justamente de la más plena fusión amorosa, en donde Sri Radha no se concibe a sí misma como separada de Sri Krishna. Y de hecho no lo están, pues dada la ecuación bhedabheda (unidad y diferencia simultáneas) ambos son una misma entidad expresándose en partes con el propósito del más elevado lila: un alma en dos cuerpos.

Sri Radha constituye entonces la más capacitada unidad que logra proveer continuo placer a aquella entidad más deseosa de experimentarlo, Sri Krishna. La constitución de uno se corresponde a la perfección con la del otro. En caso de hablar de un disfrutador supremo, necesitamos de inmediato invocar la presencia de una entidad que sea capaz de saciar la continua necesidad de disfrute demandada por semejante persona. Así como Sri Krishna posee una inagotable capacidad para el disfrute (siendo especialmente inagotable debido al hecho de estar libre de todo egoísmo), Srimati Radha presenta una igual (o incluso superior) capacidad para proveer disfrute a Sri Krishna, en la forma del más consagrado servicio y entrega incondicionales, en donde nada importa, excepto la más elevada satisfacción hacia el amado.

Tratemos de por un momento concebir siquiera mínimamente semejante ideal de vida, en donde no solo “mi tiempo y energía” sino (literalmente) cada uno de mis aires vitales serán dedicados con la más fervorosa intensidad y la más profunda de las intenciones al proyecto más colosal y noble que jamás podamos imaginar: atender las necesidades internas y emocionales de Dios mismo en su presentación última como Sri Vraja Krishna. Sri Radha es entonces la respuesta exacta, aquell siempre infalible contraparte que se presenta del todo dispuesta ante semejante escenario. Y nosotros hemos de, al menos en alguna medida, conmovernos ante su postura e ideal de vida, el cual encarna el más poderoso olvido de uno mismo en amor divino. Mañana celebraremos todo ello y mucho más aún.

En términos generales, los seguidores del Gaudiya Vedanta adoran primero a Sri Radha y luego recién eligen contemplar a Sri Krishna a través de los ojos y humor de ella. Ellos comprender que no hay nadie que le ame tanto a él, y que por ende que le conozca como ella lo hace. Así, si anhelamos penetrar los misterios de la existencia divina, Sri Radha es la clave de acceso de principio a fin. Y no solo esto, sino que al ahondar en dichos misterios, un misterio aún más misterioso surgirá: la idea de que Sri Radha no solo es la mejor forma de acercarnos a Krishna, sino el objeto último de servicio en sí mismo. Mientras ella representa el ideal de la actitud de servicio, su ejemplo es tal que la mayor parte de los Gaudiya Vaisnavas aspiran a convertirla a ella en el objeto último de su propio servicio, ellos intentando servir todo lo que Sri Radha personifica en servicio a Sri Krishna.

Y como mencionamos, esto no es únicamente aplicable a sadhakas y siddhas (aspirantes y practicantes perfeccionados) sino que Bhagavan mismo implora poder ser incluido también en semejante lista. Mientras que como Sriman Mahaprabhu mismo Krishna se ocupa en adquirir una continua experiencia de qué se siente ser Sri Radha, en su vraja-lila Sri Krishna no logra evitar volverse y considerarse un mero siervo de Srimatiji: Dios como un esclavo del amor último, viviendo exclusivamente para satisfacer la voluntad de sus propios esclavos. Krishna gusta de los esclavos hasta tal punto que él mismo se convierte en un esclavo de sus esclavos, ambas partes esclavizadas (y a su vez plenamente libres) ante la innegable presencia de la más poderosa de todas las fuerzas: la belleza, el amor y la atracción que surgen allí cuando lo más elevado se encuentra con lo más elevado, sin ningún otro interés que la autoentrega desinteresada e impoluta.   

El Krishna que un Gaudiya adora es aquel que vive inclinado ante los pies de Sri Radha, colocando la gloria del amor por encima de su cabeza y dedicando su misma existencia a cantar dicha glorias, especialmente en la forma de Mahaprabhu. La dimensión de todo lo que Radha representa es imposible de calcular y expresar, incluso para Sri Hari mismo, quien con solo invocar la primera sílaba del nombre de ella pierde el conocimiento de todo a su alrededor. Así, el Absoluto omnisciente parece olvidarlo todo, abrumado por su propio sakti central. Sin duda alguna esta es una realidad incomprensible para nuestro limitado alcance, pero a su vez factible mediante la intervención del acintya-sakti del Supremo, que es capaz de hacer posible aquello normalmente considerado imposible.

De esta forma, un día como hoy buscamos celebrar al menos la oportunidad de escuchar acerca de semejantes tópicos, pues el mero hecho de llegar a enterarnos de algo así ya representa toda una incalculable fortuna para el mundo del alma. A partir de semejante impacto y en la debida compañía, podremos progresar aún más e intentar así volvernos habitantes de esta misma tierra, comprendiendo que la posibilidad de adorar a Dios de esta forma única ha llegado, muy especialmente de la mano de Sri Radha y sus representantes, quienes en sí corporifican la más conmovedora agencia de servicio que pueda llegar a nuestras vidas. Este no es un tema para nada barato sino justamente la más confidencial morada de todo tópico, por lo que el mismo debe ser manejado con la mayor de las prudencias, tal como Sriman Mahaprabhu mismo exhibió al compartir los detalles de esta realidad en círculos íntimos y cualificados para ello.

Verdadera celebración implica responsabilidad y compromiso, por lo que participar de un evento como este significará tomarle el peso a la inalterable entrega de Sri Radha, y a los incontables factores motivacionales que le mantienen en un continuo estado de trance amoroso, siempre en aumento y nunca separado del objeto de su vida misma. Podemos estar considerablemente lejos de tamaño ideal, pero el que ello haya llegado a nuestra puerta en la forma de información introductoria, representa toda una invitación a la menos introductoria de las transformaciones, y quizás un día como Radhastami sea el mejor momento para comenzar (o continuar con) dicho proceso sagrado. Jaya Sri Radhe!

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