Contemplación Semanal #12 / ¿ES POSIBLE PENSAR POR UNO MISMO EN EL MARCO DE UNA EXPERIENCIA TRANSRACIONAL?

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A la hora de decidir cuál será la temática a tratar en la Contemplación Semanal correspondiente, confieso que en muchas ocasiones no necesariamente tengo clara dicha respuesta. Ya sea por escasez o sobredosis de ideas, durante el momento previo a sentarme a escribir suelo experimentar una suerte de clásico desconcierto, que por fortuna es también fugaz y generoso. Digo esto último pues a la hora de preguntarme sobre qué hablaré (y sintiendo la necesidad de una pronta respuesta más allá de mí) siempre acontece algo que termina de confirmar la dirección que tendré que darle a mis palabras. Y esta semana no fue la excepción a la regla, por lo que comparto a continuación cómo es que todo ello eligió revelarse, el día de ayer…

Ayer en la mañana eché un rápido vistazo a uno de los más anticipados intercambios entre dos de los principales seres pensantes del mundo occidental actual: Jordan B. Peterson y Slavoj Zizek. Ambos se dispusieron a un debate hace exactamente dos días atrás, el mismo girando en torno al concepto de la felicidad, en el marco de tanto el marxismo como el capitalismo. Siendo que en lo personal la política no es precisamente mi fuerte, no planeo aquí exponer (ni exponerme) en relación a ello, pero sí inevitablemente compartir una frase que capturé al final de dicho intercambio, y que casi de forma instantánea se conectó a diversos sucesos sobre los cuales estuve y estuvimos pensando a lo largo de esta semana, con otros compañeros de ruta.

Casi en lo que fue el cierre de su exposición Slavoj Zizek, dirigiéndose intensamente a los miles que conformaban la audiencia de ese día, insistió en “pensar por uno mismo, sin estar preocupados por ser políticamente correctos”. Desde ya, esta es una idea que no es la primera, segunda ni tercera vez que escucho, analizo, acepto e intento aplicar en la práctica. Pero en esta ocasión en particular, la misma actuó como detonante en una dirección que seguramente poco y nada tenía que ver con el contexto original a partir de donde la escuché, pero que de todas formas cumplió pleno propósito en la forma de udippana (estímulo), trasladando mi atención a direcciones aún más profundas de aquella misma fuente que inició dicho proceso.

En este caso, mis pensamientos se trasladaron a la siguiente propuesta: Al pertenecer a una escuela de pensamiento que basa su postura en postulados revelados o, en otras palabras, en información transracional que ha sido entregada en trance al mundo, uno tranquilamente podría preguntarse qué lugar existe para el criterio y pensamiento propio, sobre semejante y excelsa base de conocimiento develado. El no haber logrado responder a esta pregunta satisfactoriamente ha dado sin duda lugar a varios de los más horrendos capítulos en la historia de la humanidad, en donde centenas de supuestos practicantes justificaban los más atroces crímenes basados en declaraciones escriturales, todas ellas comprendidas en un espíritu fundamentalista. Y dicho fundamentalismo no puede venir de otra parte que de alguien que no se ha tomado el suficiente tiempo de pensar y repensar a su propia tradición, y la forma en la que está siendo miembro de ella.

Si aceptamos haber comprobado los límites del método empírico a la hora de comprender la realidad, podremos ser objetivos al respecto y así aceptar que, tal como un auto es algo útil pero debemos reconocer sus limitaciones y por ende no pretenderemos llegar a Saturno con él, asímismo apreciaremos y utilizaremos los avances de la ciencia moderna y el método racional pero, como parte de nuestra apreciación a ello, también reconoceremos su tope y alcance. Así, el recurrir a un método místico y transracional es toda una postura objetiva, que nos pone en contacto con el principio de la revelación. Ahora bien, ¿qué hacer con semejante portal que ha llegado a nosotros? ¿Simplemente ocuparnos en copy/paste y dialogar como loros, repitiendo aquello que hemos leído/escuchado? ¿O pensar acerca del significado interpretativo por encima del literal, y del esotérico por encima del interpretativo de tales textos? ¿O incluso, considerar la posibilidad de continuar desarrollando dichos conceptos sobre la base de tal experiencia revelada?

Como tantas otras, el Gaudiya Vedanta constituye una escuela de pensamiento única, con parámetros (sambandha) específicos así como una praxis (abhideya) muy particular, que por ende conduce a un punto de desembocadura (prayojana) sin paralelo en la historia de la espiritualidad humana. Así, la base de esta tradición se ve constituida de lo que se conoce como siddhanta, o aquellas conclusiones (anta) perfectas (siddha) que sostienen el pensamiento y obra de este linaje en particular, y que han sido entregadas desde tiempo inmemorial por el Supremo mismo, o reveladas en algún punto del tiempo a agentes emponderados de dicha agencia. Por lo que nuevamente la pregunta surgirá, ¿que puede uno sumar a tamaña contribución?

Que nuestro proyecto devocional se sostenga en intachables postulados no será jamás sinónimo de una perspectiva inmejorable. En las palabras de Srila B. R. Sridhara Deva Gosvami “entrar en contacto con el infinito implica corroborar que ya no existe límite para el progreso”. De esta manera, que nos encontremos dependiendo de la siddhanta para justificar nuestro sadhana (práctica) no significa que, justamente sobre la base de dichas conclusiones, no podamos seguir concluyendo de forma más y más perfecta y acabada, por la gracia de esa misma siddhanta original. Que una realidad sea perfecta y a la vez ilimitada, nos hablará entonces de una continua posibilidad de desarrollo y mejoría, pero todo ello dado sobre una base de por sí perfecta.

Un claro ejemplo que también fue parte de esta última semana fue el extendido diálogo que se ha seguido dando (y ojalá se siga dando) en relación a, en este caso, la eternidad del gaura-aprakata-lila: ciertas agrupaciones declaran que nuestra base de siddhanta como Gaudiya Vaisnavas se encuentra principalmente limitada al gosvami-grantha (los escritos compuestos por los 6 Gosvamis) y que, por ende, todo aquello que ellos no hayan dicho no podrá ser tomado como suficientemente autoritativo (abhava-pramana). Personalmente, este argumento no termina de satisfacer mi comprensión, sobre todo por la siguiente razón: que algo no haya sido dicho por los Gosvamis no quiere decir que sea errado sino que más bien, cualquier conclusión que pueda ser entregada por miembros sucesivos del parampara y que no contradiga lo que los Gosvamis han dicho sino que más bien complemente con ello, también debería ser aceptado como siddhanta. Pues de no ser este el caso, tendríamos que negar tanto el aprakata-lila como el prakata-lila de Gaura, siendo que los 6 Gosvamis no escribieron al respecto. Pero nadie hará esto último, disolviendo así por completo el bhauma-lila de Mahaprabhu. Más bien, se acepta la contribución de personalidades como Krishna Dasa Kaviraja y Vrindavana Dasa en relación a sus respectivas biografías acerca del prakata-lila de Sri Gauranga, y de esta misma forma deberíamos aceptar los aportes de personas como Gopala Guru Gosvami, Dhyanacandra Gosvami y Visvanatha Cakravarti Thakura, todos los cuales escribieron acerca de un aprakata-gaura-lila, siendo que estas ideas no se oponen a lo ya revelado por los Gosvamis, sino que más bien ornamentan y suman a dicha contribución. Ahora bien, si alguien entrega una “nueva siddhanta” que se opone a la siddhanta original de nuestra sampradaya (como por ejemplo, la idea de que uno cae del mundo espiritual -o de cualquier otro sitio-) representa una propuesta inaceptable, y en todo caso uno deberá analizar dicha propuesta en términos de estrategias de prédica o, en ciertos y lamentables casos, de desviaciones doctrinales, apasiddhanta y sus probables consecuencias: apasampradaya y aparadha.

De esta forma, sí será posible pensar por uno mismo dentro del marco de una experiencia transracional. Y eso será posible por la misma dádiva de dicho plano, que en un comienzo nos otorga toda una serie de parámetros que nos invitan a pensar desde otro lugar, a concebir la realidad desde perspectivas antes inimaginadas, regalándonos toda una serie de ocupaciones que eventualmente nos llevarán a un sinfín de experiencias, todas ellas místicas, transracionales y en constante movimiento y evolución. Así, sobre semejante base sin duda alguna seremos capaces de entrar en contactos con nuevos aspectos de la siddhanta, y en definitiva este deberá ser el aporte de cada miembro de toda sucesión genuina. Pues pertenecer a un parampara no implica volvernos figuras inertes que meramente siguen sin pensar ni comprender, sino realizar aportes vivos y dinámicos, que continúen llevando las ideas de nuestra escuela a dimensiones cada vez más excelsas, siendo que la naturaleza de las mismas es justamente esa: el progreso perpetuo.

En su famoso discurso acerca del Bhagavata, Thakura Bhaktivinoda diría que “el lector no debe ser un mero depósito de hechos, sino más bien él debe buscar desarrollar en sí mismo el pensamiento del autor a quien está leyendo”. De esta misma forma, cada uno de nosotros, tanto como Gaudiya Vaisnavas, seres humanos o cualesquiera otra especie, nos vemos en el deber (por el mero hecho de existir) de incurrir en lo que también se conoce como mutatis mutandis, o una permanente mutación con el fin de hacer nuestra existencia sustentable. Por lo que no importa qué tan impoluta sea la base sobre la que nos estamos sosteniendo y nos seguiremos sosteniendo, siempre será posible desarrollar esa misma base, y siempre será necesario hacerlo, a fin de realmente seguirnos manteniendo, como seres conscientes y pensantes, en el sentido más sustancial de la palabra. Por lo que sí, es posible pensar por uno mismo dentro del marco de una experiencia transracional. Y no solo posible, sino necesario y fundamental.

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