“Reconocer nuestra absoluta dependencia dentro del marco del amor divino, representa el más integral tipo de salud mental”: Esta es la frase que apareció sonando por dentro unos días atrás, y la cual fue elegida como aforismo central a desplegar esta semana, en la forma de Contemplación Semanal.
Este es el tipo de frases que solemos escuchar (ojalá) desde el primer día en que entramos en contacto con una doctrina espiritual como el Gaudiya Vedanta y, como siempre es importante recordar, no debemos llegar al punto de acostumbrarnos a conceptos eternos que siempre se mantienen actualizados, tal como este. Pues es sencillo desear aventurarnos hacia versiones más refinadas y poéticas de dialéctica trascendente, sin haber antes logrado extraer todo el contenido (refinado y poético justamente) presente en crípticas líneas como la que da título a este escrito. Dependencia y salud mental. ¿Cuál es el nexo entre ambas?
Es importante ante todo destacar que cuando hablaremos de una dependencia saludable, la misma necesariamente requerirá expresarse en el perímetro de lo atemporal, pues de otra forma estaríamos invocando un oxímoron, siendo que buena parte de nuestras enfermedades mentales tienen como punto de sostén una insana dependencia, ya sea para con objetos animados como inanimados. Así, salud mental suele ser equiparado con liberarnos de tales grilletes, y eventualmente “ser libres”. Ahora bien, ¿será que la tan ansiada libertad implica ausencia de toda dependencia? ¿O será que la mayor de las dependencias equivale a la mayor de las libertades, y por ende, a la más amplia expresión de salud mental?
Al (como practicantes de un sendero teísta) evaluar nuestra posición en relación al ámbito de lo divino, no podremos más que despertar a aquella realidad en donde captamos cómo seremos en última instancia seres mantenidos, partiendo desde el más insignificante de nuestros respiros, hasta el más inmaculado nivel de nutrición interna, a punta de amor divino. Así, con el paso del tiempo y en la medida en que continuemos progresando en nuestra senda, nos volveremos más y más concientes de nuevas formas en las que se nos invita a ejercitar el músculo de nuestra dependencia: el más vital de nuestros bíceps, que al verse trabajado y atendido brindará la chance de una continua reinvención existencial.
Muchos practicantes de espiritualidad buscan complementar su práctica con elementos alternativos que sumen a su salud mental, de forma de saldar asuntos pendientes a nivel psíquico y emocional, con todo lo que ello entraña. Por otro lado se nos recomienda ocuparnos en semejante labor dentro de un determinado círculo protector, de forma que el resultado de dicha salud mental sepa servir (sea dependiente) del marco superior de lo divino, dentro del cual todo tiene el potencial de entrar, acomodarse y existir eternamente. De esta manera, si realmente comprendemos en qué consiste la práctica (en nuestro caso) del bhakti, nos daremos cuenta cómo la misma será inseparable del principio de la salud mental por lo que, apropiadamente ocupados en ella, idealmente deberíamos encontrarnos cosechando los frutos de toda sanidad mental disponible en el mercado.
En su sentido más íntimo e integral, el concepto de salud mental se referirá a no solo una mente controlada, sino un corazón despierto y todas las demás facultades (mentales, intelectuales, emocionales, etc.) al servicio de dicho despertar. Y bhakti tiene justamente que ver con tal despertar. La misma práctica promueve un gradual reconocimiento de nuestra propia posición, así como de la posición del Absoluto (sambandha-jñana) y al esto ser debidamente vislumbrado, lo que naturalmente seguirá será una ocupación específica. Así, abhideya (o sadhana-bhakti) no será otra cosa que la consecuencia inevitable de un apropiado sambandha-jñana, o el actuar conforme a un tipo de información que pasa a guiar cada uno de mis pasos. Y está de más decir que a todo ello le esperará un tipo de particular de fruto (prayojana), considerablemente dulce y prometedor en lo que es el linaje Gaudiya.
Reconocer nuestra absoluta dependencia sigue de todas formas sonando como algo vertiginoso y de dudosa procedencia, y con más de una buena razón quizás aún tengamos abundantes razones para no terminar de convencernos de ello. Es por ello que naturalmente debemos ir siendo capturados ante la idea de enfrentarnos a una Hermosa y Dulce Realidad, la cual controla y se ve especialmente controlada por la más consumada de las sustancias, el más elevado tipo de afecto que podamos concebir, y más aún. Sri Krishna/Sri Gauranga personifica tal propuesta, en donde podremos hacer uso de nuestro máximo potencial y capacidad, lo cual tendrá ante todo que ver con el hecho de permitirnos la dependencia. En otras palabras, somos generosamente invitados a probar qué se siente ser dependientes, en un marco totalmente diferente a los que hasta ahora hemos saboreado.
Desde ya, cuando este mismo principio se dirige de parte de uno hacia la figura humana del guía o los guías, es fundamental diferenciar entre aquello que vuelve adorable a la persona y la persona en sí, en el sentido de que si alguien se encuentro un 69% consagrado al bhakti, ese porcentaje será lo adorable por decirlo de alguna manera, comprendiendo que aún pueden quedar vestigios de elementos no-absolutos a ser trabajados por dicha persona. Desde ya, en un comienzo uno no tendrá la forma de sacar semejante cálculo y porcentaje, y la propia honestidad e inteligencia le irán guiando a uno en la dirección correcta. Pero en fin, nunca está de más prevenirnos del antromorfismo y la idolatría, y saber separar lo que representa la genuina adoración del principio revelado en un alma consagrada, y el venerar la humanidad de un santo como la máximo, cuando quizás exista en él/ella toda una serie de principios sobre-humanos a realmente venerar.
Ser dependiente en un marco en donde el amor es quien controla, representará una propuesta diametralmente opuesta al experimento de intentar invocar la dependencia (ya sea en nosotros o en el otro) en un contexto desprovisto de dicho amor. En el primero de los casos, la posibilidad de seguir entregándonos será continua y cada vez mayor, hasta el punto en que el concepto mismo de la esclavitud se mostrará agradable y gustoso, aplicándose tanto a Dios como a su devoto, ambos voluntariamente olvidados de sí mismos en la más dichosa de las uniones. En el segundo caso, la dependencia pervertida nos permitirá únicamente vivenciar el lado oscuro de las cosas, en donde nadie en verdad sale ganando, sino todos pierden: o ganan todos, o no gana nadie. En este caso en particular no existe punto medio.
De esta manera es como llegamos a esta llamativa concepción de la salud mental, dentro del marco del cultivo del amor divino. Salud mental no solo implica cierto nivel de quietud y equilibrio psíquico (que desde ya será necesario en ciertas etapas de modo prioritario) sino que en última instancia desembocará en la más acabada perfección de la dependencia amatoria, en contacto con la trascendencia. Así, reconocer nuestra absoluta dependencia dentro del marco del amor divino, representa el más integral tipo de salud mental. Intentemos comprender esto en todas sus facetas, y no dejemos de abordar estas verdades a cada día, en cada uno de nuestros momentos.